martes, 13 de junio de 2006

Cahill, héroe nacional australiano

Australia, un país donde el deporte nacional es el rugby, seguido de cerca del fútbol australiano (un deporte fantástico, os lo recomiendo) vivió ayer su tarde más gloriosa (madrugada allí) en una competición futbolística. Tras no haber conseguido marcar ni un solitario gol en su primera participación mundialista (precisamente, en la otra ocasión en la que el Mundial viajó a Alemania), ayer se enfrentaban a Japón con la sensación de que podían hacer algo grande. Y vaya que si lo hicieron. Los aussies, que poblaban las gradas en un número bastante elevado, empezaron recordando los fantasmas del pasado con el gol tonto de Japón, pero todavía les quedaba mucho tiempo para el delirio colectivo...

Guus Hiddink parece tener un algo especial con los mundiales que le hace ser un ídolo en cada país al que entrena. Aparte de haber llevado a las semifinales a sus dos últimos equipos (Holanda en el 98 y Corea en el 2002), se ha convertido en el primer entrenador de la historia en ganar al menos un partido en una fase final con tres confederaciones distintas (en su caso, Europa, Asia y Oceanía). Y es que sus enseñanzas parecen calar hondo en sus jugadores. Los jugadores australianos salieron dispuestos a comerse a Japón, atacando desde el primer minuto, pero casi siempre fallaban en los últimos metros, no llegando a crear un peligro real a la portería de Kawaguchi. Los japoneses no se amedrentaban y buscaban la portería de Schwarzer, hasta que una falta sacada por Nakamura se introducía mansamente en la portería australiana tras una clamorosa falta a Schwarzer que el árbitro no pitó (hoy ha pedido perdón por ello). Fue prácticamente la única ocasión de Japón (si es que se la puede considerar así) en toda la primera mitad. Australia seguía a lo suyo, jugando al ataque, pero sin lograr penetrar en la defensa nipona y llevando la angustia a sus miles de seguidores.

En la segunda parte siguió el mismo guión: una Australia volcada sobre la portería japonesa y un Japón que de vez en cuando salía a la contra, pero que se veía superada una y otra vez por el fútbol de los socceroos. Era un partido muy abierto, muy bonito de cara al espectador y con muchas idas y venidas. Hiddink dio entrada a Tim Cahill, un futbolista del que se dudaba de su rendimiento tras su grave lesión, pero que tenía unas ganas enormes de demostrar que merece un hueco en el 11 titular. Su entrada, junto con la de Kennedy en el '61, revolucionaron el juego aussie, pero Kawaguchi se erigía como un muro infranqueable, realizando varias paradas de gran mérito. Salió entonces el alavesista John Aloisi, que al poco de entrar vio una amarilla por un empujón que no venía a cuento. Y cuando ya todo parecía perdido para los de las antípodas, empezaron su vendaval de juego, se desmelenaron, empezaron a abrir por fin a la defensa nipona y en un córner fatalmente despejado por Kawaguchi, Cahill lograba el empate a 1. Un gol para nada bonito, pero tremendamente histórico, ya que se trataba del primer tanto anotado por Australia en una fase final. Y a un minuto del 90, el propio Cahill lanzó un obús desde fuera del área que rebotó en el poste derecho de un incrédulo Kawaguchi antes de entrar casi llorando en la portería. Australia le había dado la vuelta al partido, y la locura se desató en las gradas. Y para redondear la fiesta, Aloisi se marcaba un jugadón individual en el '93 que finalizaba con un tiro raso que se convertía en el 3-1. Diez minutos de fantasía habían bastado a los de Hiddink para lograr su primera victoria en una fase final. La alegría estaba más que justificada en los jugadores y aficionados australianos. Con esta victoria, los socceroos se colocan en una posición inmejorable para tratar de conseguir el pase a octavos de final, que presumiblemente pelearán con Croacia. Ojalá pase Australia, tengo cierta debilidad por ellos.

[ Foto: AFP / afp.com © ]

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